Las Constelaciones Familiares, desarrolladas por el terapeuta y filósofo alemán Bert Hellinger desde los 90, son una herramienta y filosofía de la vida profundamente transformadoras, que hunden sus raíces en varias corrientes terapéuticas que consideran la importancia de la familia y lo transgeneracional en aquello que nos ocurre. El término de «constelaciones» se deriva de una traducción de «Aufstellung» («configuración» en alemán), pues como herramienta, consisten en la configuración o representación de diferentes miembros del sistema familiar, otros agentes u elementos relevantes para resolver el problema que se plantee.
Las ‘Nuevas’ Constelaciones Familiares se refieren a la nueva forma de constelar que desarrolló Bert Hellinger a partir de 2005, cuando se dio cuenta de que hasta ese momento se había estado usurpando esa fuerza que opera en las constelaciones, y que mueve a los representantes hacia la solución buena para todos. Se dio cuenta así mismo de que colocar y mover a los representantes a voluntad, y hacerles hablar entre sí como si fueran las personas a las que representan, forzando el resultado que el terapeuta consideraba adecuado, tenía graves consecuencias tanto para el sistema familiar representando y la persona constelada, como para los participantes y el propio constelador. Así, comenzó una nueva forma de constelar, centrada, en silencio, sin psicodrama, con mínima intervención del constelador, y de gran eficacia.
Brigitte Champetier de Ribes, fiel al trabajo de Bert Hellinger, y dentro de esta nueva forma de constelar, siempre en sintonía con el campo, ha llevado más allá las constelaciones familiares en esta nueva modalidad, desarrollando su propio método (el Método BChR). Así, entre otras cosas, ha enriquecido el trabajo de las Nuevas Constelaciones, con las comprensiones del Dr. Hamer sobre la naturaleza bifásica de la enfermedad (Nueva Medicina Alemana), la base del Análisis Transaccional en que ya se apoyó Hellinger, si bien de una manera más explícita, y la Programación Neurolingüística, además de continuar avanzando en las nuevas comprensiones que facilitan las constelaciones familiares y la mayor rendición y entrega al campo que piden del facilitador.
Las Constelaciones Familiares son tanto una actitud ante la vida (una filosofía) como una poderosa herramienta de sanación y de resolución de las dificultades que se nos presentan en ella.
Mediante una intervención breve, las constelaciones permiten sacar a la luz y sanar las dinámicas invisibles que llevan a la enfermedad, al fracaso con respecto al trabajo, la pareja, el dinero…, al conflicto en las familias y organizaciones. Esta intervención pone en marcha un movimiento de sanación que actúa en todos los aspectos de nuestra vida, familia, negocio u otros grupos a los que pertenecemos, restituyendo el flujo del amor en el sistema familiar, lo que se reflejará en un mayor bienestar, en nuestra calidad de vida y en nuestro entorno, que se vuelve más amable.
Ninguna explicación puede sustituir la experiencia de asistir a un taller. No se trata de “creer”, sino de “experimentar” por nosotros mismos y así alcanzar nuestras propias conclusiones. Sin embargo, en un intento de responder a esta pregunta, podemos distinguir por un lado las constelaciones como forma de trabajar (lo que es el taller), y por otro lado, las constelaciones como aquello que se revela a través de las mismas.
Al principio nos solemos acercar a las constelaciones para solucionar un problema físico o mental, un conflicto, algo que nos aqueja a nosotros o a algún ser querido, para pronto darnos cuenta de su eficacia como instrumento de crecimiento personal.
Toda dificultad nos pide un cambio de actitud a mayor consciencia, y así las nuevas constelaciones familiares, al llevarnos a la resolución, que pasa siempre por una reconciliación, nos llevan a ello: a una mayor compasión hacia los demás y nosotros mismos, al respeto a los que llegaron antes y a todos de manera incondicional, a ser más valientes para asumir nuestras responsabilidades, a abandonar la queja y agradecer La Vida, abriéndonos a la alegría y la abundancia.
En el taller se reúne un grupo de personas que pueden o no conocerse entre sí.
La persona que desea constelarse presenta brevemente el asunto para el que busca solución al constelador (a veces incluso puede no ser necesario), y se eligen personas del grupo para representar a miembros de su familia u otros roles (si bien, desde febrero de 2022, el campo, esa fuerza que opera en la sesión, ya comienza a pedir del constelador que no sea ni él ni el cliente quienes elijan ni los roles a representar ni a los representantes, en una entrega cada vez mayor a la energía que mueve la constelación).
Los representantes, sin pensar, con la mente en blanco, sin intención, prestando atención al cuerpo y lo que perciben, en recogimiento, en un estado meditativo, permiten que el cuerpo se mueva siguiendo el movimiento que les llega (que puede llegar a ser muy sutil). De este modo, atentos y a la escucha de lo que van percibiendo físicamente, comienzan a sentir y comportarse como las personas a las que representan aunque no las conozcan.
A través de ellos, el desorden detrás del problema sale a la luz. Otras fuerzas, el campo (“the knowing field”), la mente espíritu (como lo denominaba Bert Hellinger), el centro vacío, la energía… como queramos llamarlo, mueve a los representantes, lentamente y en silencio, poniendo en marcha un movimiento de sanación.
Cuanto más centrado y en sintonía está el representante, y menos entendemos lo que surge, mayor es la sanación. Lo que se despliega en un solo movimiento, con una sola pincelada, puede abarcar a ancestros de varias generaciones, y dinámicas y variables en juego que desconocemos. Observamos que la mente, al tratar de interpretar lo que surge, con su fidelidad al pasado puede ejercer la función de limitar la sanación y boicotear el trabajo hecho. Sin embargo, nuestra entrega a la incertidumbre potencia la constelación, la humildad de reconocer la limitación de nuestra mente ante la enormidad del todo, y la confianza en esa fuerza mayor, inteligente, que sí lo abarca y lo sabe todo, y cuida del todo.
En el taller realizamos también diferentes ejercicios de manera individual, en parejas o en grupo, que ponen en marcha poderosos movimientos de sanación en nuestra vida.
Durante un taller de constelaciones, algo más grande, otra fuerza, opera, una fuerza benéfica que quiere y piensa a todos tal y como son, y que busca la solución mejor para todos, pues ama todo (victimas y perpetradores por igual). Cuando logramos estar en el amor a todo en nuestra vida diaria (tomar a víctimas y perpetradores igualmente, con la misma compasión, sin judgar a nadie, tomando y agradeciendo a cada uno ser tal y como es, sin sentirme por encima o por debajo), permitimos que esa fuerza sanadora actúe a través de nosotros, manifestándose a través de nuestra resonancia para el resto del mundo. Somos reconciliación.
El movimiento sanador que se pone en marcha en una constelación, y que continúa desarrollándose más allá de la imagen final de la constelación, se propaga por sistemas enteros (nuestro sistema familiar y aquellos sistemas con los que estamos relacionados), sin necesidad de que se encuentren presentes más que la persona que decide constelarse.
Durante un taller de constelaciones, algo más grande, otra fuerza, opera, una fuerza benéfica que quiere y piensa a todos tal y como son, y que busca la solución mejor para todos, pues ama al todo (victimas y perpetradores por igual). Cuando logramos estar en el amor a todo en nuestra vida diaria (tomar a víctimas y perpetradores igualmente, con la misma compasión, sin judgar a nadie, tomando y agradeciendo a cada uno ser tal y como es, sin sentirme por encima o por debajo), permitimos que esa fuerza sanadora actúe a través de nosotros, manifestándose a través de nuestra resonancia para el resto del mundo. Somos reconciliación.
Las constelaciones familiares nos muestran la realidad no visible que, como en un iceberg, subyace a la realidad aparente, abriéndonos a una dimensión profunda y permitiéndonos así acceder a las dinámicas invisibles que lo dirigen todo.
A través de las constelaciones opera una fuerza que nos lleva a más alegría, más vida, más amor.
Esta fuerza busca la solución buena para todos, y nos muestra que sólo la solución que beneficia a todos y cuida de todos tiene éxito.
Los resultados pueden ser verdaderamente espectaculares, y en algunos casos pueden ser inmediatos (así es a menudo con niños y animales). Si bien Hellinger observa que los cambios profundos requieren más tiempo para manifestarse, observamos en los últimos tiempos (desde hace unos años) que cada vez se materializan más rápido. En los casos más graves, donde la carga ancestral es mayor, pueden llegar a ser necesarias varias constelaciones, que irán poco a poco aliviando el peso o desatando los nudos que pueda haber (como suele ocurrir con la diabetes, la esclerosis multiple o la obesidad, por ejemplo).
En algunos casos los resultados pueden incluso percibirse de un día para otro, si bien la rapidez con que se dan los resultados (o podemos observarlos) depende también de nuestro nivel de compromiso (estar dispuesto a cambiar, a asumir nuestra responsabilidad en lo que nos sucede, a ver y reconocer el dolor -nuestro y ajeno-, a aceptar lo que nos toca y a agradecer, renunciando a los «beneficios secundarios» que nos proporcionaba el problema).
Los efectos de la constelación se dan no sólo en la persona que pide la constelación, sino que también pueden observarse en personas y animales que no han estado presentes (padres, hermanos, hijos, y aquellos que resuenan con nosotros), que es una de las cosas que nos suelen resultar más llamativas (de hecho, cuando constelamos un hijo, sobrino, una mascota… estos no están presentes, es contraproducente que los niños estén presentes en la sesión, e innecesario que esté la mascota -cuando queremos constelar una relación conflictiva con otra persona, tampoco es necesario que esa persona esté presente, y veremos que el campo cuidará de ella lo mismo que de nosotros, pues no tiene otra preferencia que lo que ayuda a todos).
Las constelaciones familiares revelan que el sistema familiar, y otros sistemas, grupos y organizaciones de los que formamos parte, constituyen un campo que conecta a todos sus miembros, más allá del tiempo y del espacio (el biólogo británico Rupert Sheldrake los denomina «campos mórficos», frente a los “campos morfogenéticos” que comunicarían -y recibirían a su vez- la información genética a todas las células de un mismo tipo, miembros de una misma especie, etc., y cuya existencia a probado el científico ruso Dr. Pietr Gariaev en sus descubrimientos a cerca del ADN holográfico.)
A través de este campo de energía, este alma común, recibimos tanto los logros como las cargas de lo que nuestros ancestros dejaron sin hacer.
Un banco de peces podría servirnos, quizá, para ejemplificar de algún modo un campo mórfico. Según Rupert Sheldrake, un campo común de información (sapiente) une a los miembros de un banco de peces, haciendo que se comporten como un sólo cuerpo, con una sola mente (una ‘mente extendida’, compartida por todos los miembros y ‘encarnada’ en cada uno de ellos). La existencia de un “alma” común que conecta a los miembros de un grupo se conocía en épocas anteriores con el nombre de “egregor”.
Las dinámicas básicas que rigen el sistema familiar y otros campos a los que pertenecemos, observadas una y otra vez por Bert Hellinger en su trabajo con las constelaciones (y que recoge en sus numerosas publicaciones) son lo que él denomina los «órdenes del amor», órdenes que rigen las relaciones humanas y que, cuando son respetados, permiten que el amor pueda fluir en el sistema familiar, o alma común, afectando y sanando a su vez los demás sistemas a los que pertenecemos (empresas, colegio, instituciones, naciones…). Brigitte Champetier los denomina «Fuerzas del Amor», pues son tan inexorables como pueda ser la fuerza de la gravedad, e igualmente conocidas por sus efectos. Nos encontramos aquí no ante un amor emocional, sino un Amor mayor, espiritual, incondicional, de pura aceptación a todo y todos tal y como son, y de gratitud.
Brigitte identifica cuatro fuerzas del amor siendo la primera (que sin denominarla «fuerza» u «orden», ya identificaba Bert Hellinger como paso previo y necesario para el cambio):
La fuerza del asentimiento: Aceptar todo tal y como es, y a todos tal y como son: el Sí.
Las siguientes fuerzas del amor son:
Cuando estos órdenes se encuentran alterados, cuando hemos dejado de fluir con estas fuerzas, a menudo por sucesos familiares traumáticos, los conozcamos o no, vivimos desgracias, accidentes, enfermedades, conflictos, fracasos… que buscan mostrarnos algo, hacernos reaccionar para que restablezcamos el orden, incluyendo y devolviendo su lugar a los excluidos, a los rechazados, desde el amor incondicional; soltando las decisiones inconscientes de cargar, por amor ciego, con los achaques de aquellos que nos preceden, sus fracasos, su dolor, aquello que dejaron sin compensar; o soltando promesas inconscientes, como puede ser la de permanecer en la soltería o en la pobreza, por ejemplo.
Los órdenes o fuerzas del amor funcionan como el cauce de un río, cuyo caudal es el amor, un amor que sana llevándonos hacia el éxito en todos los aspectos. Como el agua de un río, este caudal fluye desde la fuente, el origen de la vida, hacia abajo, a través de nuestros ancestros hasta nosotros; cuanto más por encima estamos del lugar que nos corresponde, menos nos toca; en la humildad, sin embargo, nos anega.
«Todos los ríos fluyen al mar,
porque el mar está más abajo.
La humildad le otorga su poder»
Lao Tzu, Tao Te Ching.
María Escribano del Moral
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